Postales

Aunque luego llegue septiembre

Hace unos días, me llegó el correo de renovación del hosting y el dominio de la página de este blog y caí en la cuenta de que hace ya un año que la abrí, que empecé a crearla sin tener ni idea de informática, páginas web, dominios, hostings, plugins… y todas estas cosas que me llevan de cabeza, pero que poquito a poco he empezado a entender, no sin haberme visto tropecientos tutoriales de youtube. Y no sin el miedo de que un día la líe y me entre algo raro y ¡puf! la web desaparezca. Crucemos los dedos para que no.

Y es que ya tenemos septiembre encima y no hemos sentido ni el verano. Yo sigo en un mayo continuo y en menos de cuatro meses termina el 2020. Pero, ¿cómo ha pasado esto? Supongo que nuestra lucha porque este año pasara lo más rápido posible se nos ha ido de la manos y, al final, en un plis estamos en 2021.

Sigo pensando que fue ayer cuando mi amiga B. y yo nos abrazábamos en nuestro bar favorito la tarde de nochevieja y nos decíamos: “este va a ser nuestro año”. Quizá no ha sido el año que esperábamos ninguna de las dos, pero nuestro ha sido, de las dos. De reencontrarnos con sueños perdidos, con personas del pasado y hasta de volver a sentir esa inconsciencia que tantos años de oposición nos había hecho olvidar.

Y es que justo hoy, en mi desorden que tengo por mesa, he encontrado la postal que me trajo B. este julio de Menorca, y que todavía no había colgado con el resto de postales, en la que me decía que el hecho de que este año no sea como esperábamos no significa que no pueda ser perfecto.

Y en cierto modo tiene razón.

No es momento de hacer repaso del año, aún estamos en septiembre y eso es algo que dejo para nochevieja. Aunque en cierto modo, para mí, el 31 de agosto es más nochevieja que el de diciembre. El año debería empezar en septiembre como el curso. Con la vuelta al cole y dejando atrás el verano, esa época del año en la que somos un poquito más guapos, más felices y más libres. Y es que septiembre es la excusa perfecta para volver a empezar.

Sin embargo, lo que sí puedo hacer es un repaso del verano, de este no verano. Y la verdad que ha superado todas nuestras expectativas. No es el verano que soñé el pasado 31 de diciembre en el que me visualicé de fiesta en Ibiza, sin pandemia y mucho más morena. Pero oye, no ha sido nada malo, a pesar de las circunstancias (y obviamente intentando no frivolizar).

Volviendo el otro día de Logroño, donde estuve unos días visitando a mi hermana y mi cuñado después de mis vacaciones por el norte, me fueron viniendo a la cabeza momentos de este verano/no verano. Porque no tengo la sensación de haber pasado un verano, ha sido como un intento de verano. Y es que un verano sin fiestas de los pueblos, sin La Vaquilla y sin las aglomeraciones en las playas no es un verdadero verano. Eso y que, como he dicho, sigo sintiendo que estoy en un eterno mayo, como atascada en ese mes sin poder avanzar. Supongo que todas estas medidas de nueva normalidad y esta sensación de dar un paso hacia delante y volver cuatro hacia atrás me tienen algo descolocada en cuanto a la medida del tiempo.

Pero el caso, que me enredo, volviendo de Logroño en un par de autobuses (es lo que tiene vivir en Teruel y sus buenas comunicaciones) me dio tiempo a hacer un recuento de los momentos de este raro verano. No me quejaré demasiado porque soy de las raritas a las que les gusta viajar en bus o en tren con los auriculares a tope, escribiendo en una de mis libretas nuevas (tengo que parar con mi obsesión por comprar libretas, se está convirtiendo en algo patológico) y sintiéndome la protagonista melancólica de una de esas películas francesas que mira absorta por la ventanilla del autobús.

Pues bien, en ese nada bucólico panorama, pensé que, como decía mi amiga B., este verano ha superado todas nuestras expectativas. Ha habido un poco de todo, historias que se han ido entrecruzando y ya estoy empezando a olvidar cuáles fueron primero y cuáles después. Supongo que ahora mismo en mi vida el orden de los factores no altera el producto. Es lo que tiene vivir sin tener que rendir cuentas.

Historias de una noche, o de dos, historias que empezaron y terminaron, historias que parecen sacadas de una película (no precisamente de amor), y en las que más me detuve a pensar: ¿sabes esas historias que alguna vez se te había pasado por la cabeza que podían llegar a ocurrir pero por distintas circunstancias siempre acababas pensando que quizá en otra vida o en un universo paralelo? Esas historias que en un pequeño hueco de tu imaginación sí habían tenido cabida pero por A o por B no habían llegado a pasar. Puedes llamar A a una diferencia de edad, de ciudad, de momento o B a  que nunca os encontrabais en la misma situación emocional.

Y mira por donde llega el verano de 2020, ese verano del que no esperaba nada y ocurre. Parece que en el año que todo es caos, se alinearon los astros. Como si esa historia hubiera estado esperando su momento y entonces pasó.

Supongo que eso es lo bonito de los veranos. En verano todo tiene cabida. Todo es posible. Cualquier sueño se hace realidad. Es verano y somos un poquito más guapos, más felices, más libres. Aunque luego llegue septiembre.

M.

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